O LOS FALSOS PREDICADORES.-- Variantes existen sobre esa aseveración que un día un político de izquierdas lanzó ante la aptitud --siempre vieja y siempre nueva-- de la Iglesia católica de España. Predicar, no es dar trigo. Y lo que necesitaba España en aquellos años anteriores a la República ---y ahora mismo-- no es ninguna clase de letanías. Es trigo, es trabajo, es solucionar los problemas. La prédica no da pan al pueblo, aunque si lo dé a los predicadores.
Una variante es la que dice que "no es lo mismo predicar que dar trigo".De cualquiera de los mozos, el feliz autor del aserto, un gran socialista republicano, ha dejado sentada ese sentencia para la historia de España. Para el ayer y para el ahora, presente escabroso, al cual también se le puede agregar que la mentira no hace que nazca el trigo. O haya trigo para todos.
De todos los modos y todas las maneras, tras la desaparición de Franco, los primeros años de la transición no tuvieron tanta preponderancia a la mentira como cuando José María Aznar hizo lo posible para llegar al poder; y en el poder,los mismo.
Y por si todo eso fuera poco, el elegido de Aznar, Mariano Rajoy,no hizo otra cosa que mentir en cada intervención que hiciera. Tanto él como su maestro llegaron a decir que "ellos no mentían, porque no sabían mentir".
Rajoy,el de sostenella
y no enmendalla.
Los otros pagan los platos rotos
Cinismo mayor no lo ha visto nadie. Y así, durante las dos legislaturas de Rodríguez Zapatero, Marino Rajoy hizo dos cosas, sobre todo: negar, desacreditar, increpar e insultar a Zapatero y, en otro sentido, decir que él tenía la solución para salir de la crisis, para evitar el paro ; para que España fuese temida en Europa--o sea, todo lo que Zapatero no sabía hacer.Y, además, alzar banderas de que aumentar impuestos era lo que no había que hacer...
Lo que Mariano Rajoy dijo y decía con altivez y cierto alarde de endiosamiento, lo sabemos todos. Y fue así que, culpando a Zapatero, no solo de los males de España sino de Europa, Rajoy logra llegar a La Moncloa. o sea, acceder a la presidencia del Gobierno de España, prometiendo la gloria y la felicidad de los españoles ---que también eso nos lo ha prometido---, si él ganaba las elecciones. Y las ganó. --Los españoles debemos de estar en babia...--Ganó las elecciones sin haber descubierto qué programa presentaba.
Y, si no es para pasmarse por sus palabras que decían uno y, en cuanto llegó al Gobierno, fueron diametralmente lo contrario, no sabemos que nos puede pasmar entonces. Para Rajoy, Zapatero andaba lamiendo los pies a la Merkel , y Rajoy, cambiando las tornas, no lame los pies a la primera Ministra de Alemania; le lame otra cosa, que por decoro no digo.
Esto es uno, porque otro es que tanto Rajoy, el inhiesto, como el equipo que formó a su imagen y semejanza, están haciendo todo lo contrario de lo que decían. Absolutamente todo lo contrario.
¿O es que no es así?
Claro, que, para todo aquello que Mariano Rajoy tenía soluciones y milagros, como fueron mentiras y más mentiras, ahora resulta que es que la herencia que recibieron del Gobierno de Zapatero estaban mucho peor de lo que pensaban. Entonces ¿para que deseaban llegar al Gobierno si es que no tenían remedio --como prometían-- para solucionar los problemas?
Tres del PP:
Aguirre, Rajoy y Gallardón
Problemas que no sólo no se reducen, sino que aumentan, porque aumenta el paro, aumenta la crisis; suben los impuestos que no iban a subir, la deuda aumenta, las protestas aumentan y los milagros que Rajoy tenía en su mano ni son milagros ni nada que se le parezca. Incluso, a lo que se ve, las medicinas han de adquirirse pagando parte de ellas. El copago, que no haría Rajoy, pero que no ve mal que se establezca.
Rajoy, por mucho presidente de Gobierno que sea, para mí, no es de fiar, pues quien miente tanto, mejor es volverle la espalda.
Y tras Rajoy, ¿que no debe decirse de algunos de sus ministros, que uno dice blanco y el otro dice negro. Y la De Cospedal, ante la próxima Huelga que se avecina -- y que Rajoy advirtió que le harían--recurre a la españolidad, eso, el patriotismo.
Y, mientras tanto ocurre eso y otros más, se bajan las pensiones, se reducen los ingresos, suben los gastos, la luz, el agua, la gasolina y lo demás, no habla tan ínclito personaje de rebajar a la Iglesia católica ni un ápice, y ahí está que sigue percibiendo muchos más de lo que merece por el trabajo que hace: por las ganancia que obtiene por sus negocios, que son tantos y tan descomunales; ni habla de rebajar a otras Instituciones, que son tantas y que viven a expensas del erario nacional. Ni Rajoy ni los demás políticos, diputados y senadores, hablan de recortar ahí, allí donde tanto consumen y tan poco producen--¿les digo quiénes son...?--
Siempre pasa lo mismo. Y siempre son los mismos los que pagan las consecuencias. Les extraña pues, ¿que alguien, de vez en cuando, grite un ¡Viva la República!?
Ante las corruptelas existentes y ante tantas y tan disparatadas decisiones de nuestros políticos, que perciben, según se dice, más de lo que merecen, que llegase una República sería lo mejor para todos. Bueno, menos para los que tanto encabronan la vida en esta España y viven de la patraña y del cuento. Mientras otros viven de milagro.