El buen amigo Ernesto Burgos, quien nos viene obsequiando semanalmente con una estupenda página en un medio de Oviedo, ha tratado este pasado 8 de septiembre, (que dicen que es el Día de Asturias y que, para que nada haya cambiado, todo se circunscribe en torno a la basílica de Covadonga, misas y políticos de procesión), una vez más sobre las cuencas y lo que de ellas dimane, que suele ser mucho. Lo que refiere Ernesto Burgos es acerca de la presencia del extremeño y teósofo, investigador y escritor Roso de Luna en Asturias y, aunque refiera otros motivos, sobre el apodo --que no parece gentilicio-- gobeto o gobetos, que se les a los naturales de Bello, en el concejo de Aller,tierra de Xuañón de Cabañaquinta y tierra en que, para contrarrestar la fuerza de los sindicatos laborales en auge en tiempos pasados, cuando las incurias sociales eran tantas, nació Sindicato Católico, impulsado por Vicente Madera y apoyado por la Iglesia, no tanto para luchar contra el privilegio de los empresarios y en pro de la defensa de los mineros de entones, sino para quitarles poder y fuerza a los sindicatos de obreros...
Mario Roso de Luna, autor de hermosos libros --más allá de estar o dejar de estarlo en el total conocimiento de toda divinidad...--tiene uno que fue ampliamente difundido y que hablaba de Asturias: "El tesoro de los lagos de Somiedo". Tiene otros, como " La Xana" o "libro de bitácora de mis viajes a Asturias" o "Don Roberto Frassinelli, el alemán de Corao", todos ellos, como se ve, sobre la región asturiana, que para Alfonso Camín y para José Francés, es la más española de las regiones peninsulares. Del libro "El tesoro de los lagos de Somiedo", parte el bueno de Burgos para referir la presencia de Roso de Luna en Asturias. Y de su visita a las cuencas.
Acerca del libro señalado hemos escrito nosotros previamente en la revista "ALTO NALÓN" y, sobre todo, por la referencia que hace Roso de Luna al lugar de Tiraña, al que acudió atraído por la nombradía del valle, antiguo coto de lo Álvarez las Asturias, y que por aquellos años de 1915 ( en 1916 publica su "Tesoro de los lagos de Somiedo") debía ser cuna de prístinas tradiciones y de costumbres tan arcanales que en ninguna otra parte, cuenta, las halló tan puras y naturales.
Tiraña, incluso siendo "San Pedro", su capital, una aldea. era atracción y, en población, la de mayor densidad del municipio después de Pola de Laviana. En Tiraña se celebraban bodas de alcurnia y/ o de solera. Refiere asimismo Roso de Luna acerca de las Leyendas del Pozo de Funeres, lo que aclaramos para que se enteren algunos emboscados en el anonimato de Internet, residentes por esta parte, que mezclan las leyendas fantásticas con los hechos dramáticos que se dieron en 1948, cuando en abril de ese año fueron asesinadas un par de decenas de mineros y labradores, arrojándoles al fondo del Pozo. La realidad es esa, que las leyendas son otras cosas, cuyas narraciones, como he manifestado, vienen sufriendo variaciones, según quién las cuente. Pero, en cualquier caso, nada tiene qué ver leyenda y realidad, a pesar de los necios que sí las confunden a propósito.
Otro hecho que fue en Tiraña realidad --y que por los años aquellos en que visitó estos lugares Mario Roso de Luna, coincidió en el valle con el entonces joven investigador asturiano Juan Uría Ríu, aún eran frecuentes--han sido en los bailes las improvisaciones tanto en el lanzamiento de puyas, siempre zahirientes, como en los giros y quiebros de los bailes, que entonces no estaban tan sistematizados como pueden estarlo ahora. En aquellas aportaciones estaba precisamente la riqueza folclórica y la pureza improvisadora de los bailes, todo lo cual hoy ha desaparecido como aporte cultural, como medio de aumentar y enriquecer ritos, bailes y canciones. O sea, peculiaridades raciales.
Si se nos permite, diré que hemos conocido a Concha de la Cabaña, quien, en su juventud, conoció estas costumbres hoy desaparecidos. Y ella fue quien, años más tarde, cantó tras les rejas de la célebre Cárcel de Laviana, en la década del 20, hasta que su voz, saliendo por el enrejado de las ventanas carcelarias, se expandió por las calles de la Pola y llegó a oídos del alcalde, que entonces era Arturo León Zapico, el cual, escuchando la voz sonora y armónica de la prisionera, ordenó que fuera puesta en libertad, y con ella, los demás, que como ella habían sido detenidos, según se contó, por tirar piedras a la Guardia Civil desde algún canto del pueblo de Ordaliego, esto es, uno más de los pueblos del valle de Tiraña, donde Mario Roso de Luna encontró el folclore más rico y variado de Asturias.
Lástima que aquel valle, este valle nuestro, hoy esté en total y acusado declive y por ello, quedándose desierto de vida y de alicientes.
Mario Roso de Luna, autor de hermosos libros --más allá de estar o dejar de estarlo en el total conocimiento de toda divinidad...--tiene uno que fue ampliamente difundido y que hablaba de Asturias: "El tesoro de los lagos de Somiedo". Tiene otros, como " La Xana" o "libro de bitácora de mis viajes a Asturias" o "Don Roberto Frassinelli, el alemán de Corao", todos ellos, como se ve, sobre la región asturiana, que para Alfonso Camín y para José Francés, es la más española de las regiones peninsulares. Del libro "El tesoro de los lagos de Somiedo", parte el bueno de Burgos para referir la presencia de Roso de Luna en Asturias. Y de su visita a las cuencas.
Acerca del libro señalado hemos escrito nosotros previamente en la revista "ALTO NALÓN" y, sobre todo, por la referencia que hace Roso de Luna al lugar de Tiraña, al que acudió atraído por la nombradía del valle, antiguo coto de lo Álvarez las Asturias, y que por aquellos años de 1915 ( en 1916 publica su "Tesoro de los lagos de Somiedo") debía ser cuna de prístinas tradiciones y de costumbres tan arcanales que en ninguna otra parte, cuenta, las halló tan puras y naturales.
Tiraña, incluso siendo "San Pedro", su capital, una aldea. era atracción y, en población, la de mayor densidad del municipio después de Pola de Laviana. En Tiraña se celebraban bodas de alcurnia y/ o de solera. Refiere asimismo Roso de Luna acerca de las Leyendas del Pozo de Funeres, lo que aclaramos para que se enteren algunos emboscados en el anonimato de Internet, residentes por esta parte, que mezclan las leyendas fantásticas con los hechos dramáticos que se dieron en 1948, cuando en abril de ese año fueron asesinadas un par de decenas de mineros y labradores, arrojándoles al fondo del Pozo. La realidad es esa, que las leyendas son otras cosas, cuyas narraciones, como he manifestado, vienen sufriendo variaciones, según quién las cuente. Pero, en cualquier caso, nada tiene qué ver leyenda y realidad, a pesar de los necios que sí las confunden a propósito.
Otro hecho que fue en Tiraña realidad --y que por los años aquellos en que visitó estos lugares Mario Roso de Luna, coincidió en el valle con el entonces joven investigador asturiano Juan Uría Ríu, aún eran frecuentes--han sido en los bailes las improvisaciones tanto en el lanzamiento de puyas, siempre zahirientes, como en los giros y quiebros de los bailes, que entonces no estaban tan sistematizados como pueden estarlo ahora. En aquellas aportaciones estaba precisamente la riqueza folclórica y la pureza improvisadora de los bailes, todo lo cual hoy ha desaparecido como aporte cultural, como medio de aumentar y enriquecer ritos, bailes y canciones. O sea, peculiaridades raciales.
Si se nos permite, diré que hemos conocido a Concha de la Cabaña, quien, en su juventud, conoció estas costumbres hoy desaparecidos. Y ella fue quien, años más tarde, cantó tras les rejas de la célebre Cárcel de Laviana, en la década del 20, hasta que su voz, saliendo por el enrejado de las ventanas carcelarias, se expandió por las calles de la Pola y llegó a oídos del alcalde, que entonces era Arturo León Zapico, el cual, escuchando la voz sonora y armónica de la prisionera, ordenó que fuera puesta en libertad, y con ella, los demás, que como ella habían sido detenidos, según se contó, por tirar piedras a la Guardia Civil desde algún canto del pueblo de Ordaliego, esto es, uno más de los pueblos del valle de Tiraña, donde Mario Roso de Luna encontró el folclore más rico y variado de Asturias.
Lástima que aquel valle, este valle nuestro, hoy esté en total y acusado declive y por ello, quedándose desierto de vida y de alicientes.
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