El buen amigo Ernesto Burgos trató, aprovechando este temporal de nieves y ventoleras humanas, sobre la nevada más considerable habida --y registrada-- en Asturias. Consta que fue en el año de los tres ochos (1888). Refiere el bueno de Burgos (que no me refiero al Cid precisamente) las muertes habidas por aludes, hundimientos de viviendas y otras causas, todas devenidas como consecuencia de aquella nevada, que no sólo fue en Asturias, sino en otras regiones e incluso en Europa toda. Si esa nevada hubiera sido en tiempos del glorioso caudillo de España, el invicto generalísimo, hubiese tenido un argumento más para lanzar contra Rusia, pues aquel temporal procedía de Siberia, y de tales latitudes no podía venir a la católica España nada bueno...que bien se encarga de advertirlo el caudillo y los acaudillados.
En 1986 nos contó Vicenta González, de 75 años, de Caleao, concejo de Caso, un verso breve que ella titulaba "Coples de tragedia"y que se refería a la descomunal nevada antes referida.
"El 25 de abril
del día del Señor San Marcos,
entre la casa y el hórreo,
de nieve había siete palmos;
los hilos daben al suelo
y tovía seguía nevando;
la leche de siete vacas
toda cabía en un vaso;
la yerba que se yos chaba
todo cabía en el sobaco..."
Y ¿qué más sigue, Vicenta?
--¿Tovía te paez poco, condenau? Dígote que fue en el añu de los tres ochos.Hubo muertos que no pudieron ser enterrados en tierra. Estuvieron en la nieve, que conservaba los cuerpos.Cuando al cabo de cerca de tres meses que la nieve iba menguado, ya se enterraron en el cementerio.
Eusebio Gallinal, vecino del lugar, también nos habló en verso, algo más de aquel año de gran nevada:
Los vecinos de Caleao,
por tanta nieve caída,
no salían de sus casas
ni de noche ni de día.
Y para ir a la cuadra
donde el ganado tenían,
como los topos pasaban
bajo túneles que hacían.
Los vecinos,por el hambre,
cada vez más se morían..."
Se hundieron casas y cuadras, los ganados, sin yerba ya que comer, murieron más de los deseados...bien es verdad que, según se contó, las reses muertas fueron aprovechadas para alimento de los vecinos...Igual que los de Caleao, hicieron los de La Felguerina, que también sufrieron las consecuencias de "la nevadona".
Otras nevadas
Mucho más acá en el tiempo, pero ya bastante atrás, pues fue en 1945-46, recordamos que los chavales más ociosos dilucidaban sus recelos en pelas de nieve, tirándose pellas a mansalva. Había quien, de calidad más perversa, amasaba las bolas de nieve metiendo un trozo de hielo dentro para que, quien recibiese el pellazo, saliera echando pestes o doliéndose del golpe.
Se estaba en esas en que la chavalería del pueblo del Coto de Tiraña se peleaba a pellada limpia en mitad de la carretera, cuando de los altos del valle llegaba una mozuela, con dos lecheras una en cada mano, llenas de leche para vender a los vecinos ... Con su carga y, para cubrirse, un saco sobre la cabeza, calzando madreñas, seguía su camino cuando tuvo que cruzar por medio de la banda de chavales --al fin y al cabo, ociosos--que disfrutaban tirándose nieve, mientras ella llegaba renegando del sacrificio que le suponía varias horas de brega por sobre la densa nevada...
Cuando iba caminando, alguno de los rapazos, le tiró una pella, por la espalda; cuando ella se vuelve para ver quién había sido, otras pellas le llovieron de nuevo tiradas por los que la rodeaban. La madre y toda la parentela de los ociosos chavales salió de la boca de la rapaza, que además parecía echar fuego por los ojos. Ante su reacción, arreciaron sobre ella --que podría tener 14 o 15 años-- las descargas de nieve lanzadas por los heroicos chavales ( de 10 a 12 contra una sola chica) sobre la lechera, para que aprendiera...
Y llegó lo sorprendente, la chica con un hijos de p... lleno de rabia deja las lecheras en el suelo y agarra una pella de nieve --¿queréis pelea, cabrones?, dijo-- al tiempo que lanza a la cara del que ve más próximo un puñado de nieve, cayendo, lógicamente, mucha más nieve sobre ella, que se revolvía como una fiera, repeliendo con coraje la superioridad numérica que sin duda la agobiaba. Y fue cuando la moza, que lanzaba nieve y echaba pestes contra toda la familia de aquellos zánganos, cambió de táctica guerrera. Agarra a uno por los pelos, lo tira al suelo y sin contemplaciones saltó sobre él, sobre la cara y sobre donde terciara.
Los zánganos ociosos seguían tirándole nieve. La chavala no atendía a razones. Va hacía las lecheras, bufando, echando fuego por los ojos y baba por la boca, encolerizada; las coge y sin mirar las consecuencias, como si fuera Viriato el pastor manejando la honda, revuelve la lechera en el aire y la estampa en la cabeza a otro de los mozalbetes, que sale echando pestes, gritando y sangrando. Los demás, quedaron indecisos, con la nieve en la mano, asustados, los cuales, cuando ven que la chavala se encamina hacia otro para asestarle otro lecherazo salen despavoridos corriendo como de los demonios.
O sea, que la nieve, si, muy guapa para divertirse con ella y entre ella, pero cuando hay que padecer las consecuencias del rigor que origina, la cosa cambia. Igual que cambió la actitud de aquel grupo de rapazos ociosos, que no contentos con divertirse ellos, intentaron hacerlo sobre quien seguramente venía renegando de la nieve, cuanto más para que desocupados y presuntuosos siguieran de diversión a costa de quien sufre las inclemencias que la nieve origina.
Un dato a referir; la moza, chavala más bien, todavía hizo correr a los aguerridos y heroicos mozos cuando estos ven que coge las madreñas del suelo y con ellas en una mano y las lecheras en otra, se encamina de frente a los que ve más próximos...pero los más próximos enseguida eran los más alejados. Corrían como condenados...
En 1986 nos contó Vicenta González, de 75 años, de Caleao, concejo de Caso, un verso breve que ella titulaba "Coples de tragedia"y que se refería a la descomunal nevada antes referida.
"El 25 de abril
del día del Señor San Marcos,
entre la casa y el hórreo,
de nieve había siete palmos;
los hilos daben al suelo
y tovía seguía nevando;
la leche de siete vacas
toda cabía en un vaso;
la yerba que se yos chaba
todo cabía en el sobaco..."
Y ¿qué más sigue, Vicenta?
--¿Tovía te paez poco, condenau? Dígote que fue en el añu de los tres ochos.Hubo muertos que no pudieron ser enterrados en tierra. Estuvieron en la nieve, que conservaba los cuerpos.Cuando al cabo de cerca de tres meses que la nieve iba menguado, ya se enterraron en el cementerio.
Eusebio Gallinal, vecino del lugar, también nos habló en verso, algo más de aquel año de gran nevada:
Los vecinos de Caleao,
por tanta nieve caída,
no salían de sus casas
ni de noche ni de día.
Y para ir a la cuadra
donde el ganado tenían,
como los topos pasaban
bajo túneles que hacían.
Los vecinos,por el hambre,
cada vez más se morían..."
Se hundieron casas y cuadras, los ganados, sin yerba ya que comer, murieron más de los deseados...bien es verdad que, según se contó, las reses muertas fueron aprovechadas para alimento de los vecinos...Igual que los de Caleao, hicieron los de La Felguerina, que también sufrieron las consecuencias de "la nevadona".
Otras nevadas
Mucho más acá en el tiempo, pero ya bastante atrás, pues fue en 1945-46, recordamos que los chavales más ociosos dilucidaban sus recelos en pelas de nieve, tirándose pellas a mansalva. Había quien, de calidad más perversa, amasaba las bolas de nieve metiendo un trozo de hielo dentro para que, quien recibiese el pellazo, saliera echando pestes o doliéndose del golpe.
Se estaba en esas en que la chavalería del pueblo del Coto de Tiraña se peleaba a pellada limpia en mitad de la carretera, cuando de los altos del valle llegaba una mozuela, con dos lecheras una en cada mano, llenas de leche para vender a los vecinos ... Con su carga y, para cubrirse, un saco sobre la cabeza, calzando madreñas, seguía su camino cuando tuvo que cruzar por medio de la banda de chavales --al fin y al cabo, ociosos--que disfrutaban tirándose nieve, mientras ella llegaba renegando del sacrificio que le suponía varias horas de brega por sobre la densa nevada...
Cuando iba caminando, alguno de los rapazos, le tiró una pella, por la espalda; cuando ella se vuelve para ver quién había sido, otras pellas le llovieron de nuevo tiradas por los que la rodeaban. La madre y toda la parentela de los ociosos chavales salió de la boca de la rapaza, que además parecía echar fuego por los ojos. Ante su reacción, arreciaron sobre ella --que podría tener 14 o 15 años-- las descargas de nieve lanzadas por los heroicos chavales ( de 10 a 12 contra una sola chica) sobre la lechera, para que aprendiera...
Y llegó lo sorprendente, la chica con un hijos de p... lleno de rabia deja las lecheras en el suelo y agarra una pella de nieve --¿queréis pelea, cabrones?, dijo-- al tiempo que lanza a la cara del que ve más próximo un puñado de nieve, cayendo, lógicamente, mucha más nieve sobre ella, que se revolvía como una fiera, repeliendo con coraje la superioridad numérica que sin duda la agobiaba. Y fue cuando la moza, que lanzaba nieve y echaba pestes contra toda la familia de aquellos zánganos, cambió de táctica guerrera. Agarra a uno por los pelos, lo tira al suelo y sin contemplaciones saltó sobre él, sobre la cara y sobre donde terciara.
Los zánganos ociosos seguían tirándole nieve. La chavala no atendía a razones. Va hacía las lecheras, bufando, echando fuego por los ojos y baba por la boca, encolerizada; las coge y sin mirar las consecuencias, como si fuera Viriato el pastor manejando la honda, revuelve la lechera en el aire y la estampa en la cabeza a otro de los mozalbetes, que sale echando pestes, gritando y sangrando. Los demás, quedaron indecisos, con la nieve en la mano, asustados, los cuales, cuando ven que la chavala se encamina hacia otro para asestarle otro lecherazo salen despavoridos corriendo como de los demonios.
O sea, que la nieve, si, muy guapa para divertirse con ella y entre ella, pero cuando hay que padecer las consecuencias del rigor que origina, la cosa cambia. Igual que cambió la actitud de aquel grupo de rapazos ociosos, que no contentos con divertirse ellos, intentaron hacerlo sobre quien seguramente venía renegando de la nieve, cuanto más para que desocupados y presuntuosos siguieran de diversión a costa de quien sufre las inclemencias que la nieve origina.
Un dato a referir; la moza, chavala más bien, todavía hizo correr a los aguerridos y heroicos mozos cuando estos ven que coge las madreñas del suelo y con ellas en una mano y las lecheras en otra, se encamina de frente a los que ve más próximos...pero los más próximos enseguida eran los más alejados. Corrían como condenados...
1 comentario:
El deporte de aquellos años(salvo honrosas excepciones)era el trabajo y como deja de manifiesto Albino,los juegos puntuales cuando se presentaba la ocasión;pero yo no quiero dejar pasar esta oportunidad,y sin ánimo de molestar a nadie,para dejar patente que de alguna forma las mujeres ya tenían que defenderse del acoso inocente y juguetón de los niños,pero realmente,acoso.
La joven cumplía con su trabajo,y ya los chicos le impedían hacer lo que realmente quería.Supongo que estará un poco novelado,pero yo podría contar historias de largos recorridos en madreñes,teniendo que cruzar los montes que entonces separaban unos pueblos de otros.Estas historias nos transportan al pasado,y nos hacen recordar todo lo que no teníamos y que afortunadamente ahora ya se nos olvida que tenemos.
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