En esta tierra que es Asturias, tras la muerte del poeta Ángel González, se ha publicado que entre él y el también poeta Antonio Gamoneda, ambos nacidos en la región asturiana, las cosas no estaban para muchas loas. Más bien para elegías. La poesía, en cualquier caso, es tema que nos deslumbra o, como ocurre más frecuente todavía, nos enmaraña los conceptos y nos quebranta las ideas. E igualmente, si leemos a los críticos, a los especialistas y a los doctorados en la materia, esto es, en el arte poético, que levantan altares de grandeza y, cuando leemos alguno de los encumbrados y aplaudidos vates, nos devanamos los sesos para intentar saber qué es lo que dicen, que ni acudiendo al dios Apolo atinamos a descifrar lo que la poesía ¿moderna? nos cuenta.No la entendemos.se ve que nuestro gusto va por otros derroteros.
Así, pues, seguimos leyendo a poetas que están en la historia del verso, que sus poesías motivan y cautivan el ánimo; que se pueden recitar y, en el recitado, emocionar. Son los poetas de siempre, los eternos, al margen de lo "moderno," pues que sus versos no son de moda, sino de modo; que son indiscutibles y no glosados por los amigos de los medios de información.
Al escribir desde Asturias, siempre tenemos en qué apoyarnos; y la referencia de los anteriormente mentados poetas no es sino para partir hacia muchos otros que,incluso con la honra de un Premio Nobel,como Aleixandre, no suelen ser recitados ni en el pueblo enraizados aunque sí sean estudiados.La poesía que se hace en prosa y que no tienen trama, no es de nuestra devoción.
Sin embargo, al escribir desde Asturias-como hacemos-nos da pie para seguir defendiendo a un poeta, grande del verso de España y de América, al que, sin embargo, un llamado emérito de Oviedo, le niega la sal y el agua, y un engolado y ególatra crítico y profesor de Literatura, retuerce su verborrea para cuestionar la obra del que, sin que sepamos porqué, aborrece y soslaya o sitúa fuera del tiempo --¿de qué tiempo?--y del que tratamos y defendemos nosotros: Alfonso Camín.
Sobradamente sabemos que hacer valoración de la obra poética de unos y otros es, para muchos, considerado de agravio comparativo.Nos importa poco, sin embargo; pues para nosotros es una salida argumental, de peso indiscutible que, en honor a la verdad, muestra la significación de unos y otros.Del fruto y la cosecha.De los sólido y lo huero.
Sería demoledor mostrar los versos de unos y otros.Los rotundos versos caminianos y los versos de autores de quienes tantas veces se nos habla, cuyas composiciones, sin discutirlas, pueden otros encumbrar, que nosotros, al no saber de qué tratan, no lo hacemos aquí ni ahora. Lo que si vamos a insertar es un soneto de Alfonso Camín, extraído de su libro "Apolo y las rosas", impreso en México en 1950, y que cada cual haga su propia valoración de lo que es poesía o deja de serlo.
Así, pues, seguimos leyendo a poetas que están en la historia del verso, que sus poesías motivan y cautivan el ánimo; que se pueden recitar y, en el recitado, emocionar. Son los poetas de siempre, los eternos, al margen de lo "moderno," pues que sus versos no son de moda, sino de modo; que son indiscutibles y no glosados por los amigos de los medios de información.
Al escribir desde Asturias, siempre tenemos en qué apoyarnos; y la referencia de los anteriormente mentados poetas no es sino para partir hacia muchos otros que,incluso con la honra de un Premio Nobel,como Aleixandre, no suelen ser recitados ni en el pueblo enraizados aunque sí sean estudiados.La poesía que se hace en prosa y que no tienen trama, no es de nuestra devoción.
Sin embargo, al escribir desde Asturias-como hacemos-nos da pie para seguir defendiendo a un poeta, grande del verso de España y de América, al que, sin embargo, un llamado emérito de Oviedo, le niega la sal y el agua, y un engolado y ególatra crítico y profesor de Literatura, retuerce su verborrea para cuestionar la obra del que, sin que sepamos porqué, aborrece y soslaya o sitúa fuera del tiempo --¿de qué tiempo?--y del que tratamos y defendemos nosotros: Alfonso Camín.
Sobradamente sabemos que hacer valoración de la obra poética de unos y otros es, para muchos, considerado de agravio comparativo.Nos importa poco, sin embargo; pues para nosotros es una salida argumental, de peso indiscutible que, en honor a la verdad, muestra la significación de unos y otros.Del fruto y la cosecha.De los sólido y lo huero.
Sería demoledor mostrar los versos de unos y otros.Los rotundos versos caminianos y los versos de autores de quienes tantas veces se nos habla, cuyas composiciones, sin discutirlas, pueden otros encumbrar, que nosotros, al no saber de qué tratan, no lo hacemos aquí ni ahora. Lo que si vamos a insertar es un soneto de Alfonso Camín, extraído de su libro "Apolo y las rosas", impreso en México en 1950, y que cada cual haga su propia valoración de lo que es poesía o deja de serlo.
"El Coloso de Rodas"
De píe sobre dos torres, frente al azul de Rodas, /se levantó el Coloso magnífico y valiente;/ el Sol está en sus brazos y el Cielo está en su frente. /La Luna aun hoy celebra con el Titán sus bodas./ Sus piernas se hacen puente para que pasen todas/ las naves sin que un mástil se incline bajo el puente;/ se asombran las pirámides de aquel varón potente /y, cuando se lo cuentan, se asombran las pagodas. /Tiene el audaz Coloso más de cien pies de altura./ El tiempo va robando su piedra a la escultura /hasta abatir en tierra sus músculos más bellos./ Y cuando, ya sin brazos, sin pies, sin luz, sin ojos, /se llevan nuevecientos camellos sus despojos,/ aún quedan más despojos y faltan más camellos.
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