¿CUANDO CALLÓ LA IGLESIA?


¿Que diablos pasa a los curas,
y jerarcas eclesiales,
obispos y cardenales
que, hablando de las alturas
y de Dios, hacen diabluras
en la tierra, donde están,
no diré que con Satán,
pero si contraviniendo
a quien las va manteniendo
desde los tiempos de Adán...?.
En anterior blog nuestro señalaba que cada día salían a la palestra unos u otros, lo que es bien sabido por lo leído en los medios de información y no será negado, supongo, ni por los miembros de la Conferencia Episcopal de España ni por quien la admira o defiende, que cuando no es el prelado de un lugar, es el de otro el que sale con sus letanías, hablando en nombre de Dios, como lo ha hecho el cardenal Cañizares--don Antonio, cardenal arzobispo de Toledo--que más que advertir, amenaza que" la Iglesia no se callará aunque le cueste juicios falsos".
En su homilía, más que piadosa y tendida a la comprensión, anatematizadora y severa, advertía que "la Iglesia no tienen otra palabra que decir que la de Cristo, ni otra riqueza que Cristo, ni otro poder que el de Cristo, que vino a servir y no a ser servido." Y como la Iglesia no va mal de palabras, el cardenal siguió diciendo que lo que se interpreta como imposiciones, (al Gobierno, por supuesto) no son tales, sino exhortaciones, en modo alguno partidistas"...Lo decíamos ayer y lo decimos hoy: un día dicen uno y otro día otro, que para eso tienen voz y palabra unos y otros.La Iglesia no calla nunca.
El obispo en cuestión dijo que "no tienen otra palabra que decir que la de Cristo" ( ¡pero si el pobre no puede abrir la boca!); ¿de qué palabra hablan? ¿Ni otra riqueza? (¡que te lo crees tú eso!); ni otro poder que el de Cristo ( pues, aparte de dejarse crucificar por Roma, no sé de qué poder hablan...)Que en cuanto a servir, a ver quién sirve aquí a quién, que se vea.
Y en cuanto a la riqueza, mejor se corre un tupido velo, que en este mundo de hipocresías lleno, todos sabemos quién alberga grandes bienes terrenales, tesoros y riquezas diversas.
Sin duda el aguante de la Iglesia ha de ser grande, amorfo e insensible, por supuesto, pues de no ser así, a buen seguro que harían un examen de conciencia y --ya que hablan de Cristo- harían uso de otra clase de humildad muy distinta de la que vienen haciendo, que no es ninguna. Sino más bien altivez y arrogancia, fuerza y poderío, que no en vano llevan XX siglos de existencia y eso les da, en un país como España, derecho consuetudinario a hacer lo que vienen haciendo desde los diezmos y primicias o desde la bárbara Inquisición o la invención del confesionario, máquina de inquinas, donaciones, conquistas y otras mil funciones que se nos escapan a la comprensión.
Eso digo: que si la llamada Conferencia Episcopal Española hiciese examen de conciencia, como pide que hagan los demás, a buen seguro que se arrepentiría del torbellino de escándalo que armó con sus manifestaciones. Naturalmente, se sentiría arrepentida si es que fuera humana y sensible y sensata y no un ente desmedido y ambicioso, cuya historia, aunque hablen de Dios, discurre en la tierra y para su grandeza precisa de la miseria de los demás. Y los demás, amén, en estos tiempos no comulgan con ruedas de molino. Lo que quiere decir que ya tarda España en hacer que se autofinancien los que hasta ahora vivieron, ademas de privilegiadamente, a expensas de los demás, la mayoría en perpetua miseria.

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