EL CONFESIONARIO



Usted sin duda sabe qué es un confesionario.Y para qué sirve -o para qué se aprovecha. En principio es un mueble --los hay de variado gusto-- semejante a una garita, en el que se mete el sacerdote --confesor,sentado-- para escuchar al penitente, que ha de estar postrado de rodillas.
De los curas y los confesionarios, hay muchas historias. Y muchos y muy buenos resultados para sacerdotes e Iglesia. Ganancia de pescadores en el río revuelto de los creyentes, que esperan solucionar el problema matrimonial, confesando. O el estado anímico de la joven viuda, que espera mejorar, igualmente confesando. ¡Qué situaciones se dieron para algún sacerdote, que aprovechó la ocasión y, con la ayuda de Dios, supo mitigar la angustia de la apenada viuda...!

Se contó que en tiempo de confesiones, fue a cumplir tal penitencia un gitano, al que el sacerdote fue inquiriendo sus pecados a base de preguntas, para el gitano capciosas, de las que el calé fue saliendo como buenamente pudo.
--¡Dime, hijo, ¿tú sabes quién mató a nuestro señor Jesucristo...?
--¡Ah, no padre,no. Le juro que yo soy bueno.No estoy implicado en nada...
--Bueno,hijo,bueno...
Así que el gitano pudo verse libre del cura, sale de la iglesia, mirando desconfiado, y encuentra a otro gitano, que también iba a confesar.
--¿Que, qué te ha dicho?- preguntó el que entraba.
--No lo sé.Pero ándate con ojo, que está averiguando la muerte de un tío.

Eso ahí, pero en la mili, en tiempos de aquel general que dicen que tenía el brazo incorrupto de Santa Teresa en su despacho de El pardo para protegerle, como concesión vaticana por tantas virtudes como dicen que tenía, los soldados estaban obligados a acudir a misa, a rezar, a llevar andas, a confesar y a decir amén, como todo bicho viviente. Y fue un casín a confesar, muy resuelto, quien, al llegar ante el confesionario, al arrodillarse, pregunta al sacerdote:

--¿Da usted su permiso?
--No se dice da usted su permiso --contestó el sacerdote.
--Entonces, ¿que se dice?
--¡Ave María Purísima!
--Si, ho, Eso dígalo usted el capitán, a ver qué le dice.
--Pues se dice !Ave María Purísima!
-- y si no me da la gana...
--Y si no le doy la absolución...
--Y si le pegó una patada al quiosco..
--¡Basta, pecador! ¡Al calabozo por desacato!

Permítanme que refiera otro suceso, acaecido a un amigo el día que se casaba, que naturalmente, fue por la Iglesia, ya que fue en 1958. Al arrodillarse ante el confesor que ya estaba en el confesionario, le dice al cura:
--Bueno, ya estoy aquí...
--Si, pero tarde...
--Para casarme es bastante a tiempo.
--Bueno,bueno...¿Vienes a misa los domingos y fiestas de guardar?
--Usted sabe que no puedo venir;lo sabe de sobra...Tengo que trabajar.
--Bueno, bueno, si no diferenciamos un día ordinario de uno festivo, entonces ¿que hacemos?
--No lo sé.Usted que no trabaja nunca, sabrá lo que hay qué hacer.
--Contestando así, no será fácil darte la absolución...Pero, en fin...¿Pecas contra el sexto mandamiento?
--Todo lo que puedo...
--¡¡Oooooh!! Ni en los infiernos son peores que tú...
--Oiga, ¿usted me pide una confesión sincera o no?
--¡Bueno, bueno...!
Damos fe de que así fue y de que, desde entonces, lo más cerca que estuvo de un confesionario quien es referido en este caso, es ahora, que está subiendo la imagen del confesionario a la pantalla del ordenador.

O sea, que volveremos otro día, con otra figura de este trasto llamado confesionario, que ha sido un gran invento de la Iglesia, según declaró el autor del libro "La religión al alcance de todos",R. H. Ibarreta, libro, por supuesto condenado por el Vaticano.

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