LA (GRATA) RISA DE AZNAR

Cada cual tiene sus debilidades--o sus pecados. Mis pecados son, desde que irrumpió en la vida política, recoger aquellas imágenes en que se plasme tan sugestiva como cautivadora la risa de Aznar, don José María Aznar, que me resulta eso, cautivadora, conmovedora y arrobadora. Y si no es así, digan ustedes porque no lo es.

Dispongo de algunos pliegos en los que se observa al hoy escritor y ayer político del PP, siempre insigne don José María Aznar, mostrado su risa contagiosa, doctrinal y llena de belleza. No obstante, sin tener en cuenta esas imágenes, vamos a insertar aquí, como evidencia de lo que se dice, otras efigies del señor Aznar, que, no sé por qué no pudo ser entendido de la mayoría de los españoles si, como parece ser el caso, Aznar resulta un docto políglota-polígrafo por aquello de que, aparte de su rico idioma castellano, hablaba el catalán en la intimidad y el texano con su amigo Bush en el rancho del presidente Americano, aparte de amerindio en México, el inglés, en el que disertaba sus conferencias, con su otro amigo Tony Blayr, lo que siendo tan dominador de lenguas extranjeras, uno no entiende por qué en su propio país, en cuestión de entender, le entienden menos que más.

Además, su risa no muestra mueca ninguna, como otros, sino que muestra pudorosa mesura al reír. Véase alguna de las imágenes que recogemos de algunos medios y exponemos aquí, más que nada, para evidenciar lo que decimos: su arrebatadora risa.

O sea, que puede ser que a mi me cautive su risa, pero es posible que a otros no les produzca la misma sensación ese gesto contagioso y distendido del ex-presidente del Gobierno, prototipo de mesura; nada engreído ni nada irrespetuoso con sus contrarios políticos a los que nunca se le ha visto- ni oído- decir que nada podían argumentar, que nadie eran, habida cuenta que sus votantes eran mínimos; y como eso nunca se le ha visto, ni oído, y si su comprensibilidad para sus contrarios, aparte otras muchas virtudes de humildad y prudencia, pues, si a eso agregamos su risa, que lo embellece como a adonis griego, solo nos resta insertar alguna de sus imágenes en nuestro pos, a la vez que le echamos nuestra bendición, sino eclesiástica, por lo menos nuestra para que los aires le sean propicios y cada cual disponga de su mejor voluntad y entendedera, y piense lo que quiera, que nadie tiene porque aceptar lo que aquí decimos y lo que aquí nos parece cuando vemos la sublime risa de Aznar.



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